Andrés Felipe Sanabria Molina
Profesional en educación/Esp. Entornos virtuales de aprendizaje
A lo largo de la historia, el hombre ha intentado, a
partir de su creatividad, configurar y comprender su realidad, y para lograrlo,
imagen y palabra siempre han estado presentes como referentes simbólicos a la
hora de establecer procesos de formación y transformación de la cultura.
Giraldo (2007). Es en este aspecto que la estética de la palabra, máxime, la estética de la
literatura sea pues, plurisignificación. El canon de arte es otorgada por el
grado de sensibilidad con que el lector se enfrenta a su obra, ambos sin duda
con el tiempo se transforman; de ahí su valor estético, de belleza
transformadora “podemos afirmar que con su contacto se ennoblecen las almas, se
afina la capacidad de evaluación del espíritu, y los hombres adquieren mayores
quilates al aumentar, con la literatura, su sensibilidad estética.”
Y qué decir de la vida, esa vida que nos tocó vivir, esa
vida pasada, presente o futura, albergada en cada una de las líneas de
infinidad de libros permeados por el tiempo. Giraldo (2007), complementa esto
diciéndonos que “La creación humana, en respuesta, es elaboración y resistencia
a otro ámbito ya creado. Es elaboración y resistencia a la vigencia de lo
primario. Es oposición a un mundo ya dado, con el que busca confrontarte y al
que busca superar.” No en vano el mayor
tratado histórico lo manejan los libros de literatura. Miles de escritores
describiendo los encantos y desencantos de su época, que después el lector
disfrutará, recreará, transformara… Anderson-Imbert tiene mucho sentido cuando
habla en su estudio La crítica literaria
y sus métodos “El escritor siente la inspiración y la vierte en palabras
creando la obra literaria. El lector, por su parte, siente, percibe la
intuición del autor transmitida en la obra, la hace suya, y se estremece con
ella gracias al autor, que unido a él a través del tiempo y del espacio le
comunica la inspiración.”
Es por esto que la pregunta sobre el por qué leer
literatura cobra hoy día una importancia que trasciende los límites de la
decodificación y la comprensión de la palabra escrita. La literatura es, pues,
el vehículo que permite desarrollar procesos de subjetivación, de identidad, de
felicidad, propios para alcanzar la emancipación. Larrosa (1995) nos dice que
lo importante no es que se aprenda algo exterior, un cuerpo de conocimiento,
sino que se elabore o reelabore alguna forma de relación reflexiva del sujeto
consigo mismo. Así pues, la configuración de la cultura se va tejiendo en la
medida en que se fortalecen los procesos internos de los sujetos de la que hace
parte, y en esto la literatura es fundamental, ya que ella contiene la esencia
de los procesos de representación de la condición humana.
Vargas Llosa (2010), no dice que gracias a la literatura, y
a las humanidades, la sociedad es menos cruel. “Al igual que escribir, leer es
protestar contra las insuficiencias de la vida, inventamos las ficciones para
poder vivir, de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuándo
apenas disponemos de una sola”. Leer
abre la mente, los poros, los ojos, la conciencia, las diversas posibilidades
del vivir, y es allí en que la huella de la lectura marca al lector con
profunda perpetuidad reconfigurándose cada vez, autointerpretándose con cada
lectura que pasa. Larrosa (1994). Pizarnick,
en uno de sus versos propone que las
palabras no hacen el amor/, hacen la ausencia. / ¿Si digo pan comeré? / ¿Si
digo agua beberé?/ ¿De dónde nace esta conspiración de invisibilidades? Sí,
la literatura es la belleza y la estética del vacío, de la letra atorada en la
garganta, del adjetivo calificativo que aún no se ha inventado para poder
nombrarla con altura, necesidad vital que nos define, nos marca, nos traza el
devenir de nuestras acciones, puente, horizonte y camino hacia la evasión de lo
negativo, es libertad y resistencia contra la violencia que a diario nos habita.
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